El vengativo señor Claro

domingo, diciembre 07, 2008

Hace poco se murió este gran hombre como lo reconoció el Gobierno, el fascismo y la Iglesia Católica. Resulta que días luego de su muerte en The Clinic apareció parte de la vida de este caballero. El presidente de la Fundación Teresa de los Andes no era un buen cristiano. Ahí va parte del artículo.

En 2001, El Mercurio lo coronó como el hombre más temido de Chile. Sepa por qué el decano tenía la razón.
Por Alejandra Delgado y Sebastián Foncea

En 1956, Ricardo Claro Valdés fue expulsado de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile por denunciar a una compañera de curso de ser comunista. Claro, la acusó ante Carabineros y, según testigos consultados por The Clinic, cuando éstos llegaron a buscarla a la Facultad de Derecho donde ambos estudiaban, Claro comenzó a gritar "¡ella es, ella es!". Y se la llevaron a rastras.
En 2001, una encuesta realizada por El Mercurio coronó a Claro como "el hombre más temido de Chile". Una treintena de personajes públicos de las más diversas áreas estimaron que el millonario dueño de la Sudamericana de Vapores y de Megavisión les provocaba más temor que el Mamo Contreras (director de la disuelta DINA) o que Pablo Longueira. Es muy probable que este grave incidente universitario sea la hora cero en la construcción del perfil del temido empresario. El debut de un estilo.
Ricardo Claro tenía entonces 21 años y cursaba quinto año de derecho. No tenía ni la sombra del poder económico que ostenta hoy, pues provenía de una rama de los Claro sin mucha fortuna. Pero demostró que ya poseía los elementos personales que lo han hecho famoso: un conservadurismo extremo y, sobre todo, la falta de escrúpulos para ha-cer de la información un misil contra sus enemigos. En esos años, el PC era uno de ellos. El joven Claro militaba en la Juventud Conservadora y adhería plenamente a la Ley de Defensa de la Democracia promulgada por el presidente Gabriel González Videla en 1948. En virtud de esa ley, los comunistas fueron perseguidos y relegados. Muchos, como el poeta Pablo Neruda, debieron salir del país o pasar a la clandestinidad. Para 1956, sin embargo, el nuevo presidente, Carlos Ibáñez del Campo, había prometido derogarla. Ante la falta de apoyo, la persecución fue perdiendo fuerza. El ambiente de distensión era ma-yor en la Facultad de Derecho de la Chile, donde los comunistas ya no se ocultaban.
Claro, por cierto, no estaba de acuerdo con eso.
Ese año, el PC realizó su décimo congreso en Cartagena. Silvia Soto Brito, compañera de curso de Claro y dirigente del centro de alumnos, fue la encargada de repartir las conclusiones del encuentro.
Un día, Ricardo Claro se le acercó y le preguntó si le podía facilitar uno de esos do-cumentos. Soto le respondió que únicamente le quedaba el suyo. Claro le pidió que se lo prestara, sólo para leerlo, y ella se lo pasó. La joven sabía que él era de derecha, pero antes que todo Claro era un compañero de aula.
El folleto contenía anotaciones manuscritas de Silvia Soto y resultó un medio de prueba indesmentible para que Claro y su compañero José Manuel Fernández, la acusaran a la policía del delito de ser comunista.
Al día siguiente, Soto fue detenida en las puertas de la Escuela de Derecho. Ricardo Claro estaba presente.
–Los pacos entraron y Ricardo Claro empezó a gritar: "¡Esta es la cabecilla!, ¡esta es la comunista!, ¡ella es!", –recuerda el escritor Luis Alberto Mansilla, compañero de cátedra de ambos.
–La detuvieron con mucha violencia. Fue una escena salvaje. Varios compañeros tratamos de arrebatársela a los pacos, pero fue imposible rescatarla– agrega Mansilla.
–Fue macartismo puro–, apunta el economista Hugo Fazzio, otro testigo de los incidentes.
Silvia Soto permaneció una semana en la Cárcel Correccional de Mujeres "junto a delincuentes y prostitutas", según apuntó la revista Vea. Su estadía tras las rejas incluyó tres días de incomunicación.
El hecho indignó a la mayoría de los estudiantes de la Chile. La FECH calificó el acto como "delación". "Los grupos falangistas, radicales, socialistas y comunistas coincidieron en repudiar la actitud de los delatores", escribió el semanario Vistazo. Claro fue pasado al tribunal de disciplina de la FECH, donde se defendió con un encendido discurso valórico.
–Soy católico y, por lo tanto, forzosamente tengo que respetar la declaración del Sumo Pontífice que ha declarado al comunismo como una doctrina intrínsecamente perversa. Además, soy ardiente partidario de la Ley de Defensa de la democracia– declaró a Vistazo. En la revista VEA agregó, "El sentimiento de compañerismo es muy estimable, pero ¿puede invocarse el compañerismo para cometer actos delictuales extra universitarios? Y, por último, ¿no hay acaso valores que deban ser preferidos, aquellos como Dios, la Patria, la Justicia y la Verdad? Para mí, sí, pero en todo caso es un pro-blema de conciencia".
La argumentación le sirvió de poco. El dirigente estudiantil Arsenio Poupin (quien llegó a ser subsecretario de Allende y fue asesinado tras resistir el bombardeo en La Moneda) calificó de "soplones" y "delatores" a Claro y Fernández y pidió la expulsión de ambos. La FECH aprobó la moción.
–Desde que la FECH se formó en 1906, este ha sido el único caso de expulsión. ¡En toda su historia!– dice Gonzalo Rovira, hijo de Silvia Soto y ex presidente de los estudiantes de la Chile. Agrega que cuando su madre salió de la cárcel y volvió a la Escuela, "los profesores más conservadores le hicieron la vida imposible. Ella llegó a la conclusión de que la persecución desatada por Claro era tal que tenía que retirarse. A mi madre le cambió la vida. En esa época, las prisiones eran mucho más brutales que hoy. Fue tremendamente duro. Se acababa de casar con mi padre y tenía una niña recién nacida".
Silvia Soto murió hace poco más de un mes. Su hijo recuerda que hasta el final, cada vez que Claro aparecía en televisión desatando algún escándalo o encabezando alguna campaña de moral pública, ella meneaba la cabeza y decía, "sigue siendo el mismo canalla de siempre".


THE CLINIC Nº117, JUEVES 27 DE NOVIEMBRE DE 2003






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